Tarde de Lunes Santo, mis nervios inundan todo mi cuerpo. Me encuetro en la Casa Hermandad, donde se ha quedado toda la cuadrilla aún con la comida en la garganta. Tras unas palabras, Fabián nos entrega los relevos y nos manda hacer la ropa, que el día al fin ha abierto, que mis Tres Caídas va a salir a la calle. Nos hacemos la ropa, intentando calmar los nervios y el tiempo se nos echa encima, corriendo llegamos al interior de la Iglesia, ya tendría que estar bajo el paso. Una vez dentro, las caras de todos emanaba esa ilusión, ese cosquilleo que se tiene antes de empezar el trabajo. En mi no había un cosquilleo, había un terremoto de sensaciones que no podía aguantar. El llamador suena tres veces, y el eco de esos martillazos me llegaron a lo más profundo de mi alma, mis nervios llegaron a un estado crítico que luchaba con la alegría que expulsaba mi corazón. Al primer "A esta es", me quede sin habla, mientrás toda la cuadrilla aclamaba "Al cielo". Fue mi primera levantá de mi Cristo de las Penas, mi primer martillazo de este bendito llamador.